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jueves, 2 de agosto de 2012

Emprendedor: Yo también quiero mi medalla de oro


  
Ganar una medalla de oro en unas Olimpíadas, es asegurarse un puesto en la historia deportiva mundial, que resume en un segundo, los esfuerzos de toda una vida y de un equipo que ha apoyado al atleta que lo consigue. A diferencia del emprendedor, el deportista puede obtener un reconocimiento de su esfuerzo en un trofeo.

El emprendedor compite permanentemente con una serie de factores, que van desde las montañas de trámites burocráticos que nuestros países no han logrado desmarañar aún para facilitar la creación de empresas, hasta las empresas y demás emprendedores que compiten por el mismo nicho de mercado, pasando por amigos y familia que constantemente le van diciendo que es una locura ir por la "libre", que debería buscar un trabajo de verdad y dejar de estar emprendiendo.

Pero como el deportista, su objetivo debe convertirse en su norte de vida, siendo en el caso del atleta una medalla olímpica, y para lograrlo debe empezar ganando competencias menores de su localidad, hasta gradualmente ir llegando a su meta.

El emprendedor, igualmente debe de establecer su objetivo, sin perder de vista que es un proceso de cumplimiento de etapas, que normalmente es lento, y no puede saltarse pasos, sin riesgo real de caer estrepitosamente.

A diferencia del deportista, no hay un galardón por crear empleos, lograr mayores beneficios, una clientela satisfecha o un pago mayor de impuestos, por lo cual, sin reconocimientos sociales, ni alegrías compartidas, el emprendedor va en solitario buscando su meta, pero sin esas fotos que le permitan recordar sus glorias o méritos, por ello, propongo al emprendedor un sistema para constantemente mejorar su motivación, y esto es crear un sistema de varios pasos, conseguirlos, fotografiarlos y atesorarlos como lo que son: triunfos.

Ejemplo: la constitución de la empresa (paso cero), mi primera venta (paso 1), mi primer cobro (paso 2), mi primer cliente importante (paso 3), mi primer local (paso 4), mi primer préstamo bancario (paso 5), y así un largo etcétera, hasta llegar a una meta.

El problema reside en que la gloria del deportista queda en los anales de la historia de las olimpíadas, mientras, que la del emprendedor, queda en sus archivos contables, y a veces, ni siquiera allí.

Y sin embargo, entre ambos (el deportista y el emprendedor) se comparte la necesidad de entrenarse (trabajar) todos los días,  por ello, las jornadas de 10 a 12 horas se convierten en habituales (por lo menos, mientras se está en el inicio), el saltarse vacaciones (mientras, sus amigos van de viaje), perderse momentos familiares (no hay triunfo sin sacrificios), ser sus propios jefes (autocontrol y disciplina), normalmente necesitan un coach, entre otros factores que nos permiten decir que entre el emprendedor y el deportista, hay una similitud muy cercana, que se puede resumir en una sola línea: su meta se consigue con el esfuerzo disciplinado y la convicción absoluta, que lograr su objetivo es posible, sólo si recuerda que será ganado a partir de su propio trabajo.

Enhorabuena por nuestro medallista olímpico: Ruben Limardo, por un logro que pertenece a él, a su esfuerzo denodado, a su voluntad, y a todos lo que lo apoyaron en el camino.


Espero que muchos más logren obtener su medalla de oro, no sólo en deportes, sino en la creación de empleos, en el emprendimiento, la innovación y el desarrollo de nuestro país.

Fernando Fuentes Pinzón
@emprendovzla