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jueves, 14 de febrero de 2013

Diario de un emprendedor (1): El comienzo



A diferencia de lo que mucha gente cree, no fue la posibilidad de obtener más dinero lo que me llevó a emprender, sino la necesidad de sentir que soy  “dueño de mi destino”, es decir, de poder tomar directamente las decisiones que me afectasen directamente tanto económica como socialmente.

Mientras, era un feliz asalariado (aun lo soy parcialmente) hasta que el emprendimiento pueda ser suficiente para mantener a una familia y producir empleo, pero todo cambió cuando en la empresa donde trabajaba, decidieron descontar minutos de retraso (y no reconocer los de sobretiempo), ya que lo principal era el cumplimiento del horario sobre todas las otras cosas.

Al ser un empleado intelectual (investigador y docente), dicha condición me era extraña totalmente, ya que en vez de premiar o recompensar la publicación de artículos en revistas internacionales o de participación de eventos como ponente, se me medía por el cumplimiento de minutos en un aula. Esto es una medición más cuantitativa y no cualitativa, por lo cual, no me sentía cómodo.

Aclaro, donde trabajo las condiciones son óptimas y si bien nunca me he sentido mal reconocido en mi labor, tampoco he sentido el apoyo para la investigación. Mientras, a diferencia de mis compañeros que se quejaban o comentaban sobre las nuevas medidas, fui tratando de entender la causa y el efecto que la gerencia de la empresa lograría con dicha condición (y ya no mi afectación personal por la misma).

Desde ese momento entendí que la función gerencial, la toma de decisiones y la maximización de resultados, estaba en mi ADN, más que la mera investigación y difusión, por ello, empezó en mí el gen emprendedor, que no se ha calmado desde entonces.  

Pero, ¿qué se puede montar con poco capital económico y con menos experiencia aún?, que yo supiera nada que no llevara directamente a la quiebra, por lo cual lo primero que hice fue acercarme a los amigos de mi padre que tuvieran empresas exitosas, y conversar con ellos, para descubrir que en su mayoría eran autodidactas en el área gerencial (casi todos ellos eran profesores investigadores como la había sido mi padre) y que necesitaban (más bien extrañaban) un sistema de validación de sus teorías que no fueran tan costoso (un error en la gerencia, se paga con menores beneficios o incluso, con pérdidas económicas).

Y surgió casi sin querer, mi nueva función emprendedora: la optimización de empresas, que era la asesoría empresarial para el mejoramiento de empresas. Mi andar en esta condición será el tema de la segunda edición de mi diario de un emprendedor.

Fernando Fuentes Pinzón
@emprendovzla

1 comentarios:

Matris dijo...

Excelente artículo, inspirador y motivador, para todos aquellos que de una u otra forma queremos comenzar en este camino de la autogestión. Éxitos, los cuales están de más y buenos deseos, que te sobran.

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