A diferencia de lo que mucha gente cree, no
fue la posibilidad de obtener más dinero lo que me llevó a emprender, sino la
necesidad de sentir que soy “dueño de mi destino”, es decir, de poder
tomar directamente las decisiones que me afectasen directamente tanto económica
como socialmente.
Mientras, era un feliz asalariado (aun lo soy
parcialmente) hasta que el emprendimiento pueda ser suficiente para mantener a
una familia y producir empleo, pero todo cambió cuando en la empresa donde
trabajaba, decidieron descontar minutos de retraso (y no reconocer los de
sobretiempo), ya que lo principal era el cumplimiento del horario sobre todas
las otras cosas.
Al ser un empleado intelectual (investigador
y docente), dicha condición me era extraña totalmente, ya que en vez de premiar
o recompensar la publicación de artículos en revistas internacionales o de
participación de eventos como ponente, se me medía por el cumplimiento de
minutos en un aula. Esto es una medición más cuantitativa y no cualitativa, por
lo cual, no me sentía cómodo.
Aclaro, donde trabajo las condiciones son
óptimas y si bien nunca me he sentido mal reconocido en mi labor, tampoco he
sentido el apoyo para la investigación. Mientras, a diferencia de mis compañeros
que se quejaban o comentaban sobre las nuevas medidas, fui tratando de entender
la causa y el efecto que la gerencia de la empresa lograría con dicha condición
(y ya no mi afectación personal por la misma).
Desde ese momento entendí que la función
gerencial, la toma de decisiones y la maximización de resultados, estaba en mi
ADN, más que la mera investigación y difusión, por ello, empezó en mí el gen
emprendedor, que no se ha calmado desde entonces.
Pero, ¿qué se puede montar con poco capital económico
y con menos experiencia aún?, que yo supiera nada que no llevara directamente a
la quiebra, por lo cual lo primero que hice fue acercarme a los amigos de mi
padre que tuvieran empresas exitosas, y conversar con ellos, para descubrir que
en su mayoría eran autodidactas en el área gerencial (casi todos ellos eran
profesores investigadores como la había sido mi padre) y que necesitaban (más
bien extrañaban) un sistema de validación de sus teorías que no fueran tan
costoso (un error en la gerencia, se paga con menores beneficios o incluso, con
pérdidas económicas).
Y surgió casi sin querer, mi nueva función
emprendedora: la optimización de empresas, que era la asesoría empresarial para
el mejoramiento de empresas. Mi andar en esta condición será el tema de la
segunda edición de mi diario de un emprendedor.
Fernando Fuentes Pinzón
@emprendovzla
1 comentarios:
Excelente artículo, inspirador y motivador, para todos aquellos que de una u otra forma queremos comenzar en este camino de la autogestión. Éxitos, los cuales están de más y buenos deseos, que te sobran.
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